El dia que vi esta lista cambio mi vida,era muy jovencito y eran otros tiempos,de la lista tenia en mi poder unos 30 vinilos-Cds y los queria poseer todos,era casi imposible conseguirlos,los fui consiguiendo casi todos a lo largo del tiempo,alguno infumable (Residents,john zorn,Eno...) pero casi todos los demás son gloria bendita a pesar de que las cronicas afirman que los 80 fueron una mierda. Prince,Rem,Costello,Davis,el rap... fue su decada.Los criticos discutian en los 90 cual era el mejor grupo de rock del momento si eran los Public,Rem o sonic youth,pero tambien estaban los Pixies,jesus and mary chain,husker du...Cuando la he visto colgada en la web del RDL no he podido retenerme,
Por José Mª Rey
Quizás no sea exactamente su Obra Maestra. Pero sí su trabajo más ambicioso. Una espectacular panorámica en cinerama sonoro de lo que el título anuncia. Tiempos que se estancan mientras su escurridiza alteza hace borrón y cuenta nueva. Un perfecto equinoccio para la década. Subido a la azotea de su genio y madurez, Prince recapitula con los ojos hacia adelante. Con toda su grandeza y vicios. Sin límites; si exceptuamos la amputación, de mutuo acuerdo entre Prince y Warner Bros., del tema “Crystal Ball”. Pop, rock y soul mixtos. Resbaladizas proposiciones y hasta mensajes positivos. Un deslumbrante bullicio de geometría rítmica con el sello inequívoco del mago. Tal vez falte el ímpetu de “Controversy” (1981) o el perfume fatal de “Purple Rain”“ (1984), pero “Sign Of The Times” mantiene todas las constantes: del control rígido a la autocomplacencia, sin olvidar la osadía de sus conceptos. Sólo el tema central merece capítulo aparte por su escuálida pero magistral producción minimalista.
A la alegría y el colorido imperantes en el cambio de la década, Joy Division opusieron un hermoso tratado sobre la pena y la desolación. “Closer” es la perfecta pulimentación de lo que en “Unknowm Pleasures” (1979) estaba aún en estado bruto: tensión nerviosa a punto de estallar, romanticismo exacerbado, cruda belleza, culto al pasado más sórdido, economía de medios, sonidos inquietantes extraídos de las más ruda electrónica… Todo un campo de semillas que germinarán en docenas y docenas de bandas en los años siguientes, algunas aprovechando las enseñanzas para crear nuevas sensaciones, otras convirtiendo el oscuro romanticismo en loa a la muerte a través de un siniestrismo a menudo risible. Lo de Joy Division fue otra cosa y aquí está la prueba, que se abre majestuosa con el sinuoso ritmo de “Atrocity Exhibition” y se cierra con una de las canciones más emocionantes que escucharse puedan, “Decades”. Joy Division sólo estuvieron durante cinco meses en los ochenta. Un corto pero fructífero paso hacia la eternidad.
Por Juan Vitoria
Una constante para el futuro, un planteamiento que asimila músicas hasta entonces menospreciadas por la masa del rock. Trabajo conjunto con Brian Eno, que compone, canta e instrumentaliza junto a los Talking Heads esta amalgama de raíz africana, tribalismos y fantasía pop, logrando un equilibrio mágico y en absoluto forzado. Posiblemente es todo consecuencia de una prevista inclinación hacia las músicas del tercer mundo ante el miedo del estancamiento de los sonidos occidentales; pero justo es reconocer que Byrne y sus compinches fueron los primeros de la joven generación de artistas neoyorquinos que mostraron su espíritu cosmopolita y nada colonialista. Las canciones que configuran este disco poseen rasgos hipnóticos, espirituales y melódicos; ruidos no predecibles que no están reñidos con el aspecto altamente comercial del asunto; adultos que adulteran músicas que no les pertenecen haciéndolas suyas en algo más que una obra maestra.
Por Juan Cervera
Una bomba de relojería cuya onda expansiva llegó incluso más lejos de lo que hacía presagiar su explosivo debut en 1987. Public Enemy otorgan la mayoría de edad al hip hop en la segunda mitad de la década con sus proclamas feroces, su discutida –y problemática– óptica ideológica y su apabullante túrmix de sonidos: un remolino incandescente que tritura funk, free jazz, hardcore, black rock, minimalismo ruidoso y devuelve la concepción más revulsiva y visionaria a la música negra de los ochenta. Activismo radical incrustado en inéditos atropellos sónicos que saben aglutinar la herencia de un pasado glorioso y empujarlos hacia abismos de vértigo. En “It Takes A Nation Of Millions To Hold Us Back” , “Don’t Believe The Hype” –un virulento enfrentamiento con el poder de los media– y “Bring The Noise” –un himno temerario– quedan como dos fogonazos dañinos y atrayentes dentro de un mosaico global de sabotaje sonoro ideal para calibrar el caos y la confusión del final del milenio.
Por Carlos Calvo
El disco que descubrió al gran público al genio de Minneapolis. Apoyado en una película torpe, “Purple Rain” supo pulimentar algunas aristas precedentes excesivamente “escandalosas” y conjugar inspiración y comercialidad en una ristra de canciones ya emblemáticas en la carrera del Príncipe. “When Doves Cry” es un single ejemplar y “Purple Rain”, su emotiva exhumación del aura de Hendrix.
Por William Ex
Desde sus inicios, y sin complejos, R.E.M. vienen representando –todavía– la vuelta hacía las raíces del rock americano, el gusto por la espontaneidad y una apuesta decidida por la primacía de las guitarras. Un regreso, en suma, hacia la concepción clásica de banda americana reforzada por el enriquecedor enfoque de Mills-Buck-Stipe-Berry a la hora de reescribir el pasado.
Por Luis Troquel
Si los Smiths son las majestades del pop de los ochenta, “The Queen Is Dead” es la joya de la corona. Casi tan tierno como “The Smiths” (1984), casi tan duro como “Meat Is Murder” (1985), casi tan sofisticado como “Strangeways, Here We Come” (1987), pero impecable como ninguno. Cromatismo insólito en un repertorio no tan brillante como el inicial pero sí mejor lustrado y con su momento de máximo esplendor: “There Is A Light That Never Goes Out”.
Por José Mª de Jorge
Inicio de una fascinante y sorprendente trilogía que nos acerca a un Waits en su mejor forma, con alguna de sus canciones más complejas y elaboradas, dotando su habitual variedad estilística de nuevos ángulos, sin rubor y enorme acierto: excitantes comprimidos compuestos a partes iguales de sonido popular, r&b y música de cabaret, en los que él es todo un maestro.
Por Luis Troquel
Noventa de cada cien de los blancos que van a la playa a ponerse morenos ponen negro a Michael Jackson sólo porque él hace lo contrario que ellos. Pero, aun así, Jacko hizo de “Thriller” el elepé más vendido de la historia: un hito del funky y de la música disco que, aunque vilipendiado por un gran sector del público “serio”, con el tiempo ha hecho inexcusable tanto estúpido prejuicio.
Por Lluís Marrasé
Su garganta era prodigiosa; su estilo, inimitable; su talento, excepcional; sus interpretaciones, estremecedoras. “What’s Going On” (1971) dejó claro de lo que era capaz el estilista en los setenta. Dos años antes de morir cedió este valioso legado, orientando la base del nuevo soul. Emotivo, inteligente, sensual, evolutivo, digno, elegante, imprescindible. Marvin, para siempre.
Por Blas Fernández
El punto de fuga más importante de la década. Después de “Psychocandy” nada fue igual; en él se fundían algunas de las guitarras más salvajes de la historia del rock con melodías de belleza cristalina. El resultado fue algo original, sin parangón con nada anterior y con una recomendable herencia propia y ajena.
En su momento fue recibido como un suicidio, un reto condenado al fracaso, pero Costello, como siempre, ganó. Veinte canciones que van más allá del pop para recuperar el mejor espíritu del soul con la inteligencia habitual de su autor. Veinte disparos impecables, veinte dianas hacia la emoción, el brío y la entrega.
Por Luis Clemente
El disco que consiguió arrastrar –en esta ocasión, sin arrebatos hispanos– los dos anteriores de los “duendes” bostonianos. Rock escurridizo, rabioso y macizo. La primera cara de “Doolittle” es una encomiable lección de cómo hacer canciones magistrales sin pizca de presunción. Quince temas con el color marrón y el sabor de la cebolla.
Por Iñaki Zarata
El despegue definitivo de la herencia Joy Division ya presagiado en el primer elepé autónomo de New Order (“Movement”, 1981) y confirmado con el alto triunfo discotequero del maxi “Blue Monday”, editado inmediatamente antes de “Power, Corruption & Lies”. Funky electrónico, tecnología manchesteriana para un excitante mestizaje entre la crudeza del desgarro vocal, una rítmica implacable y la caricia etérea de los teclados. Nuevo orden musical para el post-siniestrismo.
Por Blas Fernández
Huyen de los tópicos del rap y convierten su primer elepé en una obra maestra del hip hop. Divertidos, hirientes, inteligentes y nada convencionales, se ríen de todo y de todos y pergeñan un disco técnicamente perfecto y cualitativamente inspirado. El advenimiento de la Era de la Margarita en un manual desquiciado y tecnicolor.
Por Luis Troquel
O cómo unas canciones de esquemas melódicos explotados durante veinticinco años, con un sonido nada revolucionario y con una temática con la que se nos tortura a diario, logran sorprender y emocionar durante infinitas escuchas. El Espíritu Santo de su Santísima Trinidad particular (“Berlin”, 1973, Padre; “Transformer”, 1972, Hijo).
Por Román F. Añaños
Cuatro canciones terribles, en las que el sonido y la furia es lo que importa, y cuatro más llenas de lirismo, de un poder casi cinematográfico sobre la imaginación. Más historias de perdición y muerte, visiones atormentadas que la peculiar orquestación de los Bad Seeds ilustra con trazos vigorosos y violentos claroscuros.
Por Juan Vitoria
Imagen, sonido y creatividad de un solo hombre, una clave de estilo jamás vulgarizable para quien dirigió la década con soltura y prestó sus ideas a la que ahora comienza. Con “1999” inicia una secuela tan provechosa artísticamente como vampirizada por multitud de músicos. Un genial paso de gigante.
Por José Mª Rey
El irrepetible instante en que el Boss lanza su última mirada rebelde, a punto de ser descubierto por la Máquina del Éxito. Años de honestidad y sudor cristalizados en veinte maravillosas canciones con la emoción en el pulso. Romanticismo, nostalgia y vidas corrientes castigadas por la América de las Oportunidades en un álbum emblemático del cruce de dos décadas y dos formas de entender el rock.
Bowie entró por los pelos en la década de los ochenta. Su última obra maestra. “Scary Monsters” es el epílogo perfecto, el cierre circular a toda un época del rock. Funciona como complemento a la triple colaboración con Brian Eno. Major Tom hace su última aparición en “Ashes To Ashes”, cerrando el ciclo maestro iniciado con “Space Oddity” (1969).
Por Xavier Ferré
El inesperado fruto del encuentro entre el hardcore neoyorquino más intelectual y la psicodelia. Ruido y melodía servidos con un perfecto sonido en el que destacan las guitarras y las voces. Las letras hablan del miedo, la paranoia, los sueños, los ídolos o la muerte; el diseño une magistralmente la estética trash, el avant-garde y el pop-art.
Por Lluís Marrasé
A la cabeza de los Womack, Bobby, pionero, autor insigne, renovador y vocalista, uno de los ejes fundamentales de la música contemporánea. Un estancamiento a finales de los setenta no extinguió su fuerza, recuperada y proclamada en “The Poet” (1981), al que sucedió “The Poet II”, consolidando su creativa, profunda y valiosa aportación al arte. Inspiradas piezas, la saga al completo, un elenco de impresión y la veterana Patti LaBelle.
Por Luis Clemente
La cabeza de los cabezas y el productor de productores aprovechando los ratos libres y las concepciones funk del “Remain In Light” (1980) de Talking Heads. Exorcistas, libanesas y políticos son modulados –sobre más instrumentos de los que aparentan sonar– en “My Life In The Bush Of Ghosts”, obra maestra de la ingeniería musical.
Por Ramon Súrio
Laurie Anderson, espejismo magnético de la música popular, espectro vocorizado de los antiguos storytellers, fantasma iluminado de la sacrosanta cotidianidad, antropóloga futurista de mirada clara y narcótica sonoridad. Placeres escalofriantes… “O Superman”… uh, uh, uh, uh, uh… I love you.
Por José Mª de Jorge
La “dulce manzana gris” no es ni más ni menos que un compendio inolvidable de atropello rítmico y atracción melódica. Supone la perfecta unión entre fragor y sutilidad, entre unas músicas agresoras y unos textos que no lo son menos, entre el Dylan ácido y el sonido SST. Además, con agravantes: haber abierto las puertas del mundo al hardcore. Un logro impagable e imprescindible.
Por Blas Fernández
La Juventud Sónica atacó con su arma más poderosa: el hardcore inteligente filtrando esquemas de rock convencional. Un caos sonoro que, no obstante, dominan a su antojo, y en el que las melodías son insinuaciones que dan pie a los más variados trips mentales. Sutilmente distanciado de la sordidez de trabajos anteriores, este doble elepé es su obra más asequible.
Por William Ex
¿Puede construirse una obra maestra en base a material de desecho? Sí, cuando se trata de una banda de la categoría de Velvet. Basta reforzar la percusión de las primitivas tomas –como en este acaso– para reconocer en Velvet a un grupo contemporáneo, rabiosamente actual, un sonido que representa la esencia misma de la modernidad.
Por Luis Hidalgo
Tras cerca de treinta años de fidelidad a CBS, Davis editó su primer disco para otra compañía. Y fue un disco agradecido. Condimentado al alimón con George Duke y Marcus Miller, “Tutu” es un gran ejemplo de lo que puede fabricar Davis cuando hace suyas las estructuras de la música pop negra. El baile es hipnótico.
Por William Ex
Podría decirse que Kraftwerk fueron los inventores de los ochenta. Paradigma indiscutible del tecno-pop, precursor de la onda fría y la hipnosis computerizada, el grupo germano entró en la década con el campo abonado desde años atrás con este “Computer World”, su único acto de presencia en el decenio junto a “Electric Café” (1986).
Por Luis Troquel
Más de uno igual se pregunta cómo a tan comedido y a primera vista poco enfático señor se le conocía por Mr. Soul. Pues bien, en 1985 se plastificó la más tajante de las respuestas. Uno de los pocos directos que es mucho más que un testimonio, ya que el arcángel negro abordaba de modo muy diferente sus canciones en concierto frente a una audiencia de su misma raza.
Por Iñaki Zarata
La voz más cazallosa de California recorriendo el lado oscuro de Nueva York a mitad de camino de la trilogía iniciada en “Swordfishtrombones” (1983) y concluida en “Franks Wild Years” (1987) que revolucionó su música y su vida. Amalgama de influencias, de la raíz a la vanguardia. Invitados de altura para el otrora eterno perdedor. Según el propio Waits, “secreto, demente y exótico”. Genial.
Por Marc Mateu
Con el primer elepé de Public Enemy el rap cambia las zapatillas deportivas y las cadenas de oro por el subfusil y el uniforme paramilitar. La madurez del género viene marcada por el signo del desafío y el combate, tanto a nivel formal como de contenido. Samplers, ruido y black power inspirado en los postulados radicales de Farrakhan. Cuidado, blanco, que esto muerde.
Por Román F. Añaños
Es una evocación inexplicable, sin sentimentalismos ni referencias evidentes, recuerdos de un pasado imaginario, de otra América. Un folclore hipotético, lleno de resonancias de una nostalgia noble y hermosa: imágenes apenas definidas, transfiguradas en emoción por la voz sabia de un poeta incomprensible.
Por Iñaki Zarata
A “Mister Sonidos del Silencio” le cayeron duras críticas y testimoniales boicots políticos por su particular atrevimiento estilístico. Sosegadas las cosas por el paso del tiempo y tras apabullante éxito en plástico y directo, nadie puede negar que Paul Simon logró una auténtica “tierra de gracia” creativa con su incursión étnica. Mestizaje perfecto del rock rostro pálido y las raíces negras, más la guinda cajun y tex-mex. Impecable.
Por Luis Clemente
Seis caras, a seis canciones por cara. Precio especial y dub para dar y tomar. Momento álgido y prolífico, continuación del doblemente atractivo “London Calling” (1979). Aquí el encanto no es triple, aunque el sentimiento jamaicano prime sobre la multitud de estilos. Pero el resultado es magnífico, siete.
Por Juan Cervera
Piedra de toque de la segunda generación del hip hop. Un monumento de beats minimales, duros y escuetos apoyando la innata chulería de un Cool James casi adolescente escupiendo himnos ya clásicos de la b-boy culture. Aunque su discurso musical parece haber sido olvidado por los niños de la Era de la Margarita, “Radio” golpea con la insolencia de lo primario, con el esplendor de lo genuino.
Por Vicente Fabuel
Cara atípica de la salsa, ¿disco latino de los ochenta?; desde luego, el único artista hispano que una revista de rock puede premiar. Mano maestra contando historias complejas con sencilla caligrafía, la obsesión social del artista dentro de la Centroamérica política, el humor y el amor y, sobre todo, y ahí les duele en Miami, su clase personal y la brillante factura de un disco estremecedor.
Por Luis Puig
¿Cómo se puede decir algo de lo que uno siente cuando está en un rapto? Sólo dejando de oír este disco, y tapando mis oídos interiores, podría intentar diseccionar lo que representa Anita Baker dentro de esta lista, sus matices frente a las revoluciones de Prince. Sin embargo, la operación me parece obscena: prefiero oírlo de nuevo y dejarme arrebatar.
Por Santi Carrillo
Steve Albini en plena taquicardia nerviosa. Rock terminal labrado con precisión kamikaze. Un testamento obsceno en el que el rock se autoinmola y se transmuta en una bola de fuego de hiper-hardcore veloz y nihilista. Palpitación maquinal que avala una revisión a fondo perdido del clásico kraftwerkiano “The Model”. Desde Chicago, el mapa de una mente enferma trazado en trece canciones sin piedad.
Por Luis Troquel
Con el tecno-pop agonizante y la música disco despreciada por los “nuevos auténticos”, New Order demostraron que estos géneros aún podían dar mucho de sí; con ellos y su pasado configuraron un sonido que ha procurado alumnos tan aventajados como los Pet Shop Boys. Sólo una objeción, Bernard Albrecht aún no era el fabuloso cantante que devendría en obras posteriores.
Inmarchitable, al contrario que las flores portadas por Morrissey en su primer paso hacia el estrellato absoluto del pop británico. La melancolía hecha imaginación, la renovación total de los parámetros del pop y del rock gracias a la mágica mano de Johnny Marr. No es exagerado pensar que en este primer disco de Morrissey-Marr se convirtieron en el mejor dúo compositor desde Lennon-McCartney.
Por Carlos Calvo
De la mano de Steve Albini y con iconografía de flamenco blasfemo, “Surfer Rosa” fue el toque de atención mayor para todos los que no habían aguzado las orejas con el aperitivo de “Come On Pilgrim” (1987). Guitarras escapadas de fiebres tormentosas, surrealista sepia acicalado por la inspiración, infantil y brumosa, de Black Francis y amigos. Todo sazonado con recaídas en spanglish y portentosos pedazos de canciones como, entra otras, “Gigantic”, “Where Is My Mind?” y “Bone Machine”.
Por Blas Fernández
Un disco brillante y uno de los más adecuados trabajos para comprobar la versatilidad camaleónica, y honesta, del genio de la década. Prince jugando con el concepto de pop psicodélico, dándole vueltas hasta convertirlo en algo genuinamente propio. Quizás no sea su mejor disco, pero sí su cumbre imaginativa.
Por Patricia Godes
Obra maestra del pop/hip hop. A partir de este disco, con su aplicación de guitarras heavies, el género comienza a ser respetado por el mundo del rock. Declaraciones viscerales como “My Adidas” o “It’s Tricky” y el single detonante de todo el boom posterior, “Walk This Way”, con la ayuda de los propios Aerosmith. Una hazaña comercial que lo sitúa, fácilmente, como el “Thriller” del rap.
Por Xavier Ferré
Puede decirse que es también un disco conceptual, pero no sobre una ciudad, sino sobre algo mucho más personal: el propio Lou Reed, quien mediante una música y unas letras de gran sobriedad, intensidad y sentimiento, desgrana referencias a un pasado atormentado y a un presente más optimista, sin olvidar un sentido homenaje al que fuera su maestro, Delmore Schwartz.
Por William Ex
Cuando hablamos de rock “duro”, pensamos inmediatemente en Motörhead o en algo aproximado al heavy, pero nunca reparamos en figuras cuya atormentada inspiración pueda comprometer y hasta dañar seriamente los sentidos y empujarnos sin piedad al vértigo de nuestro propio abismo. Hoy, una mano temblorosa ha vuelto a posar la aguja sobre estos surcos sagrados y feroces.
Por Miquel Botella
Una opción coherente al rock, a medio camino entre las nanas infantiles, las composiciones de Michel Legrand y los cantos de sirena, el pop en su estado químicamente más puro. Joyas perfectas de estructura poliédrica, continuas sorpresas rítmicas, preciosas armonías: el triunfo del susurro en la voz de Paddy McAloon.
Por Santi Carrillo
Mixtura musical rica, imaginativa, futurista y cool. Segundo trabajo del dúo que confirmó con creces la apertura del rap hacia terrenos inéditos, mostrando una dicción ralentizada que se cimbrea sobre unas segmentaciones de funky progresivo. Una aportación eminentemente personal que ha creado una reducida pero notable escuela de alumnos aventajados: EPMD a la cabeza.
Por José Mª Rey
Feliz reencuentro de Young consigo mismo después de una década de descarríos tras brújulas de dudoso norte. A sus años, mientras la legión de sus imitadores reinventan su pasado, él les da una lección de futuro con inusitada inspiración y originales arreglos a sus viñetas de una realidad desolada; con acidez, ironía y su afilada ternura.
Por Ramon Súrio
Pomposo nombre para la única y recordada travesura de un trío que nunca ha vuelto a brillar a tanta altura en sus experiencias individuales. La voz de Alison Statton y las canciones de Stuart Moxham consiguen un punto de sabor único entra naíf, cándido y espectral. Quince desnudos dardos directos al corazón.
Por Luis Clemente
El enigmático cuarteto de San Mateo inició la década con esta épica del minimalismo, parodiando el estilo publicitario por medio de cuarenta canciones de sesenta segundos. Delicadeza y precisión para despedir las miniaturas de su carrera.
Por Luis Puig
En el mismo gozne de la década, con la ruptura punk todavía presente o, mejor, en su resaca, unos alucinados del este americano encuentran cobijo en el sello británico Stiff para comenzar la música de nuevo: grabar el silencio herido por ritmos sacados de sus casillas. Cuentan que lo grabaron con las guitarras conectadas directamente a la mesa de mezclas. Un disco para que Makoki se lo enchufe directamente al cerebro.
Por Vicente Fabuel
Prodigio apenas intuido en discos precedentes y al que no pudieron siquiera acercarse en posteriores, “Dare” no es más que el pop eterno de siempre, pero, eso sí, envuelto en el convencionalismo maquinal de la época y aupado por la fascinación colectiva que los sintetizadores ejercían sobre el público en esos años. Un disco bonito que indirectamente insistía en la superioridad del hombre sobre la máquina.
Por Luis Puig
En un muro de Berlín apareció escrito hace ya unos años una consigna para los ochenta; decía que “no future” fue ayer, así que ahora qué, cómo se sigue, qué hay después que no sea repetirse eternamente. Y quizá lo que ha habido es eso que se ha dado en llamar posmodernidad. Este disco condesa y dignifica esa cultura del simulacro en una consciente mirada introspectiva de unos tipos con talento y sin prejuicios.
Por Iñaki Zarata
Homenaje al histórico vocalista yanqui Spike Jones en la triunfante rentrée del amado anfitrión MacManus. Si difícil es elegir un elepé de Costello como “el mejor”, su último plástico reúne algunas ventajas sobre los precedentes. Sobre todo por el planteamiento de base: un rico y detallista despliegue de estilos, discursos, colaboradores y hasta diferentes estudios de grabación. Lúcida madurez.
¿Puede el hardcore vertiente trash guarrindongo reconvertirse en algo diferente al puro caos sonoro? ¿Puede desacelerarse hasta no parecerse a sí mismo? ¿Puede hacerse pop basándose especialmente en unas guitarras completamente podridas? Y, además, ¿puede hablarse de nuevo de frescura y términos similares? Pues, según J Mascis, las respuestas son completamente afirmativas.
Por José Mª de Jorge
Cuarenta minutos en que los tópicos no son tales y las definiciones quedan al margen. Pensar en los ochenta equivale también a hacerlo en toda una escuela: caos, violencia, distorsión, ruido, credibilidad, blues y vuelta a empezar. Una creación que se quema desde dentro a sí misma y que marcó el lado más amargo, duro y consecuente del after-punk de principios de década.
Por Marc Mateu
“Kiss” es sin lugar a dudas uno de los singles bailables más significantivos de la década. “Parade”, el elepé que contiene esta joya, no la desmerece en absoluto; Prince lo grabó para ilustrar otra de sus aventuras cinematográficas, “Under The Cherry Moon”, un celuloide tan olvidable como imprescindible es este álbum. Experimentación lunática en busca del más difícil todavía.
Por José Mª Rey
Bajo su aspecto tecno-pop, este monstruo imperecedero pervertiría a miles de jovencitos inducidos a aceptarlo por el éxito de “Tainted Love”. Su original procacidad dejó huella en una época trepidente. Como unos Suicide del porno y con título bien explícito, Almond y Ball expanden veneno propio: morbodramas pasionales y excesos aún controlados de afectación y genialidad. Verdadero “torch song” contemporáneo.
El más redondo de sus discos en solitario. Una gran colección de canciones, alguna de ellas a figurar, por derecho propio, entre las mejores de todos estos años: la sincera “Biko”, la enérgica “I Don’t Remember”, las filigranas de “Games Without Frontiers”… Más que suficientes para borrar su infumable etapa Genesis.
Por Quim Casas
Médula espinal de la obra de los Fall, explora aún con rabia nuevos caminos sin abandonar la suciedad ambiental. Y el sonido a quemarropa de sus anteriores trabajos. Todavía hoy sorprenden e inquietan piezas del calibre de “I Feel Voxish” y “Tempo House”. Primeros guitarrazos suaves de Brix, personaje clave para el reconocimiento del grupo, que llegaría con “The Wonderful And Frightening World Of...” (1984).
Por Santi Carrillo
La segunda parte de la década ha servido para situar a Van Morrison más allá de su leyenda. Entre 1986 y 1989, cuatro obras mayores (“No Guru, No Method, No Teacher”, este “Poetic Champions Compose”, “Irish Heartbeat” y “Avalon Sunset”) encadenadas para gloria de una voz cálida e inagotable. Del rugido al susurro, del susurro al desgarro, cuatro documentos del estado de gracia de Morrison durante los ochenta expuestos con la luz de la serenidad, la llamada del misticismo y el enriquecedor rastreo de las raíces.
Por Juan Vitoria
Después de ofrecer tantos y tantos discos hermosos, son aún capaces de emocionar con talante impresionista en un elepé tan cargado de raíces como de nuevas propuestas. Es su cultura y la de Louisiana centrada en las banderas que aparecen en la portada: USA y Francia, el Caribe bañando sus costas y el sabor del soul tropical placentero en todas, todas sus canciones.
Por José Mª Rey
Lydon y cía. en su monumento definitivo al voyeurismo intelectual del pop. Minimalismo crudo transformado en arte naíf por pura hipnosis sonora. Pop expresionista con vocación de vanguardia donde el terrorismo conceptual encuentra su melodía. Un aventajado exponente del espíritu del momento. Eran tiempos radicales bajo el espejismo del premio a la disidencia.
Por Luis Lles
Canterbury Sound rides again. El bueno de Robert Wyatt es uno de los más brillantes compositores que ha dado la música inglesa. Este disco contiene generosas dosis de música íntima y crepuscular que no desdeña la fascinación por el viaje y los mundos exóticos sin perder nunca la conexión social. Escucha el alegato anti-racista de “The British Road” y no se te olvidará nunca.
Por William Ex
Como sucede en Ramones, todas las canciones de B-52’s vienen a ser una idéntica –e hipnótica– canción. En este caso se trata de otro festivo nonstop de colorismo, efervescencia y positiva alucinación. Un punto de vanguardismo y moderada intelectualidad hace amable este segundo guateque incluso a los más reacios a la música de baile y evasión.
Por Román F. Añaños
Un despliegue generoso de ingenio e ironía, en los arreglos, en la composición (disco, más country & western y un vals) y ante todo en las letras; el sentido del humor de Cohen aflora y transforma todos los tópicos imaginables acerca del amor y el sexo; una oferta inesperada y un tanto impúdica por parte de este ex-cantautor miserable.
Por Juan Cervera
La constante tensión entre clasicismo y rock que anida en toda la obra de Cale fue confrontada al máximo en esta magistral colección de composiciones. Oscilando entre el lirismo introspectivo y la tormentosa cacofonía –con filtros brumosos de su Gales natal–, un disco decadente y sublime, a ratos contradictorio, que enlaza con los paisajes de “Paris 1919” (1973) pero empujándolos hacia extremos más comprometidos.
Por Juan Cervera
Con todos los merecimientos, uno de los talismanes del boom de la world music vivido desde mediados de la década. Pero “Soro” es, además de un símbolo, un exuberante monumento musical de primer orden que combina con imaginación y sentimiento la tecnología más avanzada con los ecos sagrados de sonidos inmemoriales. Desde Malí para el mundo, Salif “King” Keita.
Por Miquel Botella
El ritmo tribal de las grandes urbes, edificado con feroces guitarras, vientos ruidosos, una sección rítmica sólida como una roca y calientes voces negras. Herederos de Hendrix y James Brown, Joe Bowie y sus soldados del ritmo nos ofrecen su incisiva relectura del funk: sudor termonuclear brutal y metálico, o cómo la revolución entra por los pies.
Por Ramon Súrio
Jerry Dammers, disparado de los nunca olvidados Specials, volvió a dar muestras de su inmensa categoría con “Nelson Mandela”, un himno y un hit contenido en este suculento –y único– álbum de Special AKA. Junto a él, Stan Campbell y Rhoda Dakar contribuyendo a hacer de este disco de soul-pop-ska-reggae-afro algo inconmesurable.
Una nueva genialidad del maestro que cuenta con la ayuda y el talento inmortal de Gil Evans, la sutileza de la guitarra de John Scofield y el ritmo brutal del batería Al Foster. “Decoy” muestra a un Davis de modo diáfano y dual: Dr. Jekyll-jazz/Mr. Hyde-lo que me apetece. “What Is This” y “That’s What Happened”. Tunes para la historia.
Por Santi Carrillo
El debut de una fórmula que instauró un insólito concepto de contemporaneidad en el soul básico de cinco estrellas. Tratamiento cool de ritmos y melodías y un cautivador dominio de la sugestión coral: dos voces absolutas (él, hermano de Bobby Womack; ella, hija de Sam Cooke) dando vida a unas estructuras poco corrientes, entre el estímulo de lo complejo y la garantía del mejor clasicismo negro.
Por Patricia Godes
Junto con “Djamil. Inédits 84-85” (1985) y “Nelson Mandela” (1986) forma la trilogía genial de un artista único desgraciadamente echado a perder por las malas compañías. La música senegalesa de N’Dour estaba a años luz de lo que se hacía en Europa y América cuando nos llegó. El que quiera conocer al verdadero N’Dour debe remitirse a “Immigrés”, editado originalmente en Francia.
Por Luis Lles
Belleza virginal. Pocas veces el título de un disco ha definido más certeramente el contenido del mismo. Un paseo por fascinantes tierras inexploradas. Free-funk de alto voltaje a cargo de uno de los pocos artistas dispuestos a romper moldes, categorías y fronteras. Play it again, Ornette!
Por Marc Mateu
Bello, relajado, poético y magistral. Así es “Oh Mercy”, el mejor disco del Dylan de los ochenta. Grabado en New Orleans con la ayuda de Daniel Lanois, recupera el talento perdido por su autor en sus últimos trabajos, dispersos y mediocres, y significa la reconciliación con sus fans después de una gira tan incendiaria como incomprendida.
Por Luis Lles
Son algo más que una broma pesada. Blancos en un mundo de negros, los Beastie Boys consiguieron con este disco construir uno de los pilares sobre los que se asienta el hardcore-rap. Música doblemente callejera (colisión de hip hop y heavy metal) expresada a través de latigazos sonoros que reivindican su derecho a la fiesta. ¡Dinamita cerebral!
Por José Mª Rey
Matt Jonson, un francotirador y onanista del pop, en una intransferible aventura de personalidad libre, fuera de toda etiqueta. Inteligente e intemporal síntesis de sorpresas y nostalgias reescritas, novedosas brisas de pop ligero y sólidas piezas de informalismo arriesgado. Y todo ello en pionera ortografía integradora: guitarras, armónica y tecnología.
Por Félix Suárez
Segundo álbum. Apasionante thriller apadrinado y producido por un Ric Ocasek convertido en fan número uno del dúo. Suicide poseen el secreto de sonar a clásicos desde el primer instante con su peculiar mezcla de un “instrumento” y una voz cuyos obsesivos trazos sólo pueden provenir del lado más salvaje.
Por Juan Vitoria
Un debut aplastante para alguien al que le venía corta la new wave. Kevin Rowland, inspirándose en la fuerza de ésta, adapta maneras soul y r&b tal y como hicieron dos décadas atrás sus homónimos británicos, demostrando con un golpetazo superior a la media que no sólo el pop debía tener su puesto en la revitalización juvenil de los ochenta.
Por Miquel Botella
Sobrepasando los límites del hip hop, la musa de la música de baile para los noventa fusiona como nadie los raps más agresivos con las melodías más perfectas. Colorista, divertida e imaginativa, utiliza los clichés como sabroso aderezo para unas canciones redondas. Siendo malévolos, podríamos ver en ella una seria y peligrosa alternativa a Madonna.
Por José Mª de Jorge
Dirigidos por un tipo inquietante, esquivo y a veces lúcido, Howard Devoto, alcanzaron el cenit expresivo con este disco, su tercer elepé, que guarda en su habitual insípida funda sugerentes retazos de pop maduro e inmarchitable, y al que nunca se le ha hecho justicia. Una obra que ensambla elementos comunes para un resultado distinto.
Por José Mª de Jorge
La etapa en que los Swans se “suavizan” coincide con la salida a la luz de este doble disco, que a pesar de tan cacareado “giro” sonoro sigue resultando extraordinario, por los fantasmas que recorren sus surcos sobre Dios y el sexo, por su crudeza y perversidad, por la voz tenebrosa de Gira o la dulce de Jarboe, por el lírico hedor a catacumba que despide, por la satisfacción que depara su escucha una y otra vez, por…
Por Vicente Fabuel
El tardío y caprichoso rescate que los blancos hicieron de su figura se basó en este disco. Una rodaja de oro negro –quizá una de sus últimas– entregada por un músico genial que parecía estar permanentemente en estado de gracia, un volcán improvisado, tosco y primitivo, pero, al tiempo, un artista y un disco que mostraban con largura la capacidad de exaltación sensual y el poder de transgresión del arte negro.
Por Xavier Ferré
Como siempre, su voz es fresca, conmovedora y expresiva. Las letras continúan explorando una sugestiva estética beatnik y bohemia. Las canciones se encuentran entre las mejores que ha escrito. Quizá la única objeción que pueda ponerse a su segundo elepé radica en la producción, demasiado convencional e incluso farragosa en algunos momentos.
Por Miquel Botella
John Lurie y sus cuatro compinches llevan el jazz a las nuevas generaciones, respetuosos con la herencia de Monk y aventureros según la órbita de Coleman. Desde los pasajes más tórridos y sensuales hasta la frialdad de las improvisaciones más desquiciadas. El jazz como forma de subversión mezclando melodía y caos.
Por Luis Troquel
Quienes sólo oyeron ruido en “Psychocandy” (1985) demostraron lo ensordecido de su antena musical. Sin todo aquel barullo de fondo, se mostraron aquí más oscuros, más calmados, más melódicos, más equilibrados y quizás más maravillosos que en su predecesor. Ásperas guitarras, voces apagadas y desenfreno contenido que, en plena era del sampler, parecía reivindicar también el plagio como forma de creación.
Aparcando la impotente rabia, la visceralidad punk y los escarceos con el pop juguetón, Robert Smith se adentra con serena actitud en la más profunda introspección. Lleno de intimismo, complaciéndose en la depresión, supo crear un sonido personal pleno de ensoñaciones. La falta de amaneramientos posteriores convierten este disco en una gozada completa.
Una nueva evidencia de que Morrison es un anacronismo en medio del océano de cursilería que envuelve la música actual. Veinticinco años siendo gruñón, gordinflón y borrachín, después de haber vendido su alma a la negritud, bien valen la pena. “Avalon Sunset” responde con pequeñas sensaciones, con íntimos impulsos, a una sociedad que está en guerra. En Irlanda y en los guetos de Estados Unidos.
Por Quim Casas
“Naked” establece un puente entre el sonido más primitivo de la banda y una exploración, no tamizada vía Eno, de los ritmos africanos, caribeños y salseros. Su inspiración proviene, como nunca, del lugar donde se grabó, un París convertido en intersección de culturas e intereses múltiples que quedan registrados aquí en una primera cara bulliciosa.
Por Santi Carrillo
Larry Blackmon, geniecillo irregular, en su proyecto más conseguido. Uniendo el funk de los setenta con el hi-tech en una colección notable de temas afortunados. Sonido de diseño, melodías dulces y variaciones raw para el indiscutible punto álgido de una fórmula intrincada y exitosa que le valió el posterior reconocimiento de Miles Davis en su poco afortunada secuela, “Machismo” (1988).
Por Félix Suárez
Continuando con una diversidad indicativa de las inquietudes que asaltaban a sus miembros, Pere Ubu recuperaron, no obstante, el espíritu abrasivo diluido por el tiempo. Única y excelente intervención de Anton Fier tras los tambores para una brillante despedida que, por suerte para todos, no fue definitiva.
Por Juan Cervera
La Jones –estilizada por Jean-Paul Goude, vestida por Armani– fue bien aconsejada en el aspecto musical –detrás están Wally Badarou, Sly & Robbie y otros artesanos jamaicanos– y supo hacer suyos los temas más diversos –de Piazzolla a Police– para devolver cromados espejismos de baile mutado e insinuante. Bastarda y mundana, la música de “Nightclubbing” es, todavía, la música de la ciudad.
Por Luis Hidalgo
Fue el primer manifiesto de uno de los grupos con personalidad propia en los ochenta. En la encrucijada de un punk que ya había dicho casi todo y ante la maraña de sonidos optimistas que se avecinaban, “Crocodiles” se muestra como el reino de las guitarras inhóspitas, la reinterpretación no mimética del incómodo legado de Velvet y Doors.
Por José Mª de Jorge
Primero fue la frescura y la calidad de unas canciones que por sí solas ya decían bastante, después el complemento y logrado conjunto. Lo curioso está en que no es otra cosa que rock contagioso y peleón vestido de cuero y con olor a cerveza y sudor, pero con dura chica al frente. Es sólo rock’n’roll pero sigue gustando.
Julian Cope tocaba el bajo y con él marcaba los puntos de conexión con Echo & The Bunnymen. Lo demás era un catálogo de penetrantes melodías coronadas en su fuerza por un decisivo dúo de trompetas. Uno de esos tesoros escondidos que sin embargo crean mil escuelas subterráneas. Cope a punto de perder la inocencia y haciendo las canciones más diversificadas pero certeras de su vida.
Por Quim Casas
El poeta del asfalto, contemplando en brutal picado desde la portada, graba su cuarto disco en solitario. Intuido fracaso comercial que motivará tres años de silencio discográfico –y han sido tres más desde “Flash Light” (1987)–, pese a gemas pausadas, devaneos refrescantes o modulaciones clásicas. La guitarra cristalina, la voz herida, la melodía encendida.
Por Luis Troquel
Como todo el NRA, excepto R.E.M., decepcionaron rápidamente, pero este debut y su continuación, “Hallowed Ground” (1984), grabaron tan intensamente su nombre en la historia que ya nada podrá borrarlo. Espíritu amateur, psicodelia, country, suave rock’n’roll acústico, desquiciado folk eléctrico, etc., para un disco atemporal tan nostálgico como vanguardista.
Por Ramon Súrio
El asunto de mezclar el toasting con el rap queda de primera. Así que con la etiqueta de raggamuffin –el péndulo caribeño con la trilita urbana– campando alegremente por ahí, conviene ya citar obras de este estilo que en un futuro próximo serán consideradas básicas a la hora de analizar el híbrido pasado. Este “Unity”, segundo paso de Shinehead, será una de ellas.
Por Luis Lles
Vanguardia serie negra. Un homenaje a Mickey Spillane en forma de collage sonoro (jazz, música contemporánea, heavy metal, blues, free music). Gente del mundo del hardcore, el blues, la vanguardia y la Black Rock Coalition aunados en el concepto de New Rage frente al de New Age. Salvaje.
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